9/14/2013

Diario 1

Era un chico guapo, no sabía si eran sus lentes, su cabello suave y un tanto ondulado aquello que lo hacía tan especial atractivo para mí. Quizás eran sus labios que se ponían rojos en los días frescos, o tal vez aquellos gestos que hacía cuando sonreía, cuando se asombraba, cuando se ponía serio, incluso cuando algo le molestaba.

Lo conocí en una tarde cualquiera, a la hora de la comida tenía la mala costumbre de ir todos los días al mismo lugar, un día lo vi, no se cuanto tiempo llevaba ahí, no se si ya había llegado a ese lugar antes pero ese día, como si algo me hubiera tomado del rostro y hubiera hecho que viera en esa dirección noté que existía.

No lo voy a negar, mi mente se echó a volar e imaginé mil historias contigo, siempre he sido así, desde muy pequeña... no se si fueron tantas películas de princesas en mi infancia, o las películas románticas en mi adolescencia, pero siempre imaginaba historias que terminaban con un final feliz, nuestro final feliz.

Entonces volteó, me sentí tan avergonzada que deseaba que en ese momento llegara el mesero para así tener un pretexto y hablar con alguien mas, pero no pasó... entonces traté de voltear disimuladamente cuando noté que se acercaba. Me preguntó si se podía sentar conmigo... ¿estaba soñando o todas mis fantasías podían hacerse realidad?

Él comenzó a platicar como si nos conociéramos de años, dijo que me observaba desde hacía tiempo, que su trabajo también lo obligaba a comer ahí, lo tomé como un cumplido más que como algo extraño, después de mucho tiempo al fin comía acompañada, luego regresamos a nuestros trabajos.

Al otro día al salir del trabajo, lo encontré, pero ya no en el restaurante sino afuera de mi edificio, eso fue muy extraño, yo en ningún momento de la conversación le había dicho donde trabajaba, su explicación fue que el día anterior me había seguido porque quería saber más de mi. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero él trató de quitarle importancia a la situación, el final feliz de mi mente era más importante que una tontería como esa, aún así un presentimiento me decía que había algo raro.


Ahí comenzó nuestra historia... nuestra... mi historia.





Chio Ovilla

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